Inspirarse no es copiar. Y repetir no siempre es rendirse. A veces confundimos estas ideas porque vivimos en un entorno creativo donde todo se mezcla, todo se acelera y parece que cada cosa que hacemos tiene que ser radicalmente nueva para tener valor. Este post nace justo de esa línea difusa entre crear desde lo que ya hiciste y crear algo nuevo desde lo que has aprendido. Porque sí, a veces sentimos que nos repetimos, que giramos en círculos, cuando en realidad estamos evolucionando un lenguaje visual propio. Un estilo. Una identidad.
Te hablo desde la experiencia. He repetido ideas creyendo que estaba estancada. Me frustraba sentir que volvía a los mismos colores, a las mismas formas, a las mismas soluciones. Pero con el tiempo entendí que solo estaba explorando más a fondo algo que me representaba. Estaba puliendo mi lenguaje, entendiendo mejor qué cosas me salen sin pensar. Porque a veces, la repetición no es bloqueo. Es afinación.
También he intentado crear desde la inspiración ajena. Desde imágenes guardadas, desde estilos que me parecían geniales. Y me he sentido vacía. No porque esas referencias fueran malas, sino porque no estaban conectadas conmigo. Solo las admiraba, pero no me hablaban desde dentro. Y cuando eso pasa, es como si todo lo que haces se quedara en la superficie.
En este post te comparto cómo aprendí a distinguir una cosa de la otra. Cómo me di cuenta de que repetir no es siempre malo, y que copiar no siempre es intencional. Y sobre todo, cómo empecé a abrazar la repetición como parte natural del proceso creativo. Porque a veces no se trata de evitarla, sino de observar qué te está queriendo decir.