Diseñar sin propósito puede ser liberador. A veces se nos olvida. En un entorno donde todo lo que hacemos parece tener que tener una razón, un objetivo medible o un entregable final, olvidamos que también podemos diseñar por el simple placer de hacerlo. Sin que sea útil, sin que tenga sentido comercial, sin que encaje en un briefing. Solo por jugar, por probar, por equivocarnos sin que pase nada. Y eso, muchas veces, es lo que más nos conecta con nuestra parte más intuitiva y auténtica.
En este post te propongo justamente eso: volver al diseño como experimento, como juego, como impulso. Crear sin sentido práctico, sin rumbo ni presión. Volver a abrir Illustrator o tu libreta sin saber qué va a salir, pero con la certeza de que algo se está moviendo dentro de ti mientras lo haces. Porque no todo lo que creamos tiene que tener un porqué. A veces, lo mejor nace cuando no estás buscando nada.
Te comparto algunas dinámicas que puedes hacer en cualquier momento, cuando te sientas bloqueada o simplemente con ganas de reconectar con tu parte más creativa sin juicio: rediseñar una portada de disco que odies, inventarte una marca para un producto absurdo, reinterpretar un cartel de una película que te marcó, crear un moodboard a partir de las últimas fotos de tu galería, o incluso limitarte a diseñar solo usando dos colores que nunca combinarías. Lo importante no es el resultado, sino lo que se activa en ti mientras lo haces.
Diseñar por diseñar no es perder el tiempo. Es cuidarte. Es escucharte. Es entrenar esa parte libre que, cuando la dejas salir, siempre vuelve con ideas nuevas y con más claridad. A veces, esa libertad creativa que tanto buscamos está justo ahí, esperando a que dejemos de buscarle sentido a todo.