Un cuaderno creativo es mucho más que un lugar donde anotar ideas. Es como una extensión de tu mente, pero sin filtro. Un espacio que no juzga lo que escribes ni cómo dibujas. No está para ser bonito, ni ordenado, ni perfecto. Está para ayudarte a vaciar, a observar, a capturar cosas que de otra forma se perderían. En esta entrada te cuento cómo empezar el tuyo, por qué tener uno cambia tu forma de mirar lo cotidiano, y cómo mantenerlo vivo sin convertirlo en una carga más.
A veces creemos que para usar un cuaderno creativo hay que saber dibujar bien, tener una letra bonita o ideas brillantes. Pero no es así. Un cuaderno creativo es crudo, es caótico, es personal. Y justo por eso es tan valioso. No se trata de tenerlo bonito para enseñarlo, sino real para volver a él. Para entender cómo piensas, cómo conectas cosas y cómo evolucionan tus ideas. Lo que escribes un día sin mucha importancia, puede convertirse en el punto de partida de un proyecto semanas después.
También te doy ideas para llenarlo: palabras sueltas, frases que te hicieron pensar, texturas que encontraste en una revista, un pensamiento que no sabes cómo terminar, un dibujo hecho con prisas, un recuerdo escrito desde la emoción, una canción que te inspiró una idea, una idea que aún no tiene forma. Porque no todo lo que pensamos se convierte en una gran idea, pero muchas veces ese “casi” es el principio de algo. El cuaderno es justo para eso: para guardar lo que todavía no sabes en qué se convertirá, pero que merece ser recordado.